Salud Psico Perinatal

La importancia del tratamiento en la depresión postparto

Cuando un adulto se convierte en padre/madre, se generan sentimientos de ambivalencia. Hay aspectos positivos y otros negativos, ganancias y pérdidas, sentimientos encontrados por la alegría y la tristeza, emociones inexplicables y en ocasiones, fantasías dolorosas, extrañas y hasta intolerables.

Cualquier elección tiende a provocar sentimientos de culpabilidad. Las expectativas de la sociedad no ayudan dejando creer a la mujer que debería ser capaz de llevarlo todo adelante sin ninguna renuncia. Su historia personal y sus imágenes identificatorias desempeñan también un papel importante. Cuando se siente suficientemente tranquila y segura de sí misma, la joven madre puede asumir elegir y priorizar un aspecto de su vida ante otro, durante un tiempo. Este no es el caso cuando ha integrado exigencias internas demasiado rígidas o demasiado contradictorias. Está entonces convencida de que debe asumirlo todo perfectamente sin fallos y sin poderse permitir bajar sus exigencias en ningún ámbito. Debe ser una madre irreprochable, una amante seductora y femenina, a la vez que mantiene sus ambiciones profesionales. Esta misión, tarde o temprano está condenada al fracaso; el riesgo de agotamiento y de desvalorización es importante; la puerta está abierta para la depresión (Nanzer, 2015).

Cuando hablamos de depresión posparto (DPP); referimos a una enfermedad, donde sus consecuencias son potencialmente graves. 

Referimos a un episodio depresivo de intensidad variable que aparece posteriormente al parto. Es una patología frecuente. Hay aproximadamente una media del 13% de mujeres que lo padecen (Nanzer, 2015). El gran problema que se observa es que en la mitad de las veces, ni siquiera se llega a detectar. No se produce un diagnóstico, por lo cual no se lleva adelante ningún tratamiento. 

En ocasiones, aparece durante el embarazo y continúa después del parto, lo cual puede intensificarse también. Sin tratamiento eficaz, el 30% de las depresiones se convierten en crónicas y persisten; incluso se prolongan más allá del primer año de vida del bebé. En estos casos la madre normaliza sus cambios, creyendo que son propios de la maternidad y asumiendo una carga patológica, como una situación de cotidianidad. 

Si la depresión es menor, puede que se considere como una dificultad de adaptación a este nuevo rol materno (parental) y desaparecen espontáneamente en uno o dos meses. Pero también puede cronificarse, lo cual es nocivo tanto para la mujer, como para el bebé y la relación de pareja; porque se prolongan las perturbaciones en la vida cotidiana y se vuelve normales, reacciones y emociones que no existirían si no se hubiese cronificado la depresión. Esto se vuelve una fuente de sufrimiento, ansiedad y soledad.

También puede generarse DPP en casos de mujeres que hubiesen vivido trastornos depresivos anteriores al embarazo, en otros momentos de su vida. 

Diferentes autores, coinciden en que los síntomas más comunes en el diagnóstico de depresión mayor son; humor depresivo, pérdida de placer en casi todas las actividades normales durante un período de al menos dos semanas, disminución marcada del interés en los diferentes ámbitos de la vida, pérdida o aumento significativo de peso, insomnio, fatiga, pérdida de energía, sentimientos de culpabilidad excesiva, dificultades de concentración y de toma de decisiones entre otros. 

Para considerarse una depresión, deben presentarse al menos 3 o más de los síntomas anteriormente expresados. Aunque en los casos de depresiones mayores, es muy difícil que no se hagan visibles las manifestaciones, ya que son difíciles de ocultar e inquietan lo suficiente como para que la madre o su entorno, considere recurrir a un profesional. 

La DPP genera en la mujer el sentimiento de ser una mala madre, incapaz, con culpa, vergüenza, genera autoreproches, produce ansiedad, irritabilidad, poco placer por el cuidado del bebé, tristeza, sentimientos negativos, entre otros. 

Existen indicadores de la DPP en la relación madre-hijo/a, como ser, un bajo umbral de tolerancia a los gritos y llantos del bebé, que producen en la madre el sentimiento de ser incompetente en su rol, puede surgir dificultad en confiarlos a terceras personas, que aparezcan cuidados mecánicos y rutinarios, poca implicación emocional, pocas palabras o miradas de intercambio, siendo este punto tan fundamental en el posterior desarrollo del niño/a, en su estructuración subjetiva; en ocasiones las emociones negativas, se proyectan sobre el bebé, el cual se convierte en alguien negativo para la madre y hasta puede instaurarse una relación que lleve al maltrato. 

Las causas de la DPP son múltiples; particularidades del funcionamiento psíquico, sensibilidades individuales, genéticas, el entorno psicosocial y

factores hormonales. No existe un factor causal único, sino una multiplicidad de elementos que predisponen a la DPP. 

Las consecuencias, son tanto para la madre, como para el bebé, y por tanto, para la relación que se construye entre ambos. Por eso es tan importante su detección y tratamiento a tiempo. 

El niño cuando nace es un ser dependiente, no es autónomo, por lo cual necesita de otro adulto que cuide de él. Esa primera conexión que existe con la madre, es la más importante, ya que es a partir de la cuál se edificarán sus relaciones posteriores. 

Como dice Michel Odent (2014), el vínculo entre madre e hijo es el prototipo de todas las formas de amor. 

Si la madre padece de DPP, no puede ocuparse del hijo como debiera o como quisiera, porque su estado anímico, su juicio, su humor, se ven afectados, por lo qué, las necesidades del niño no serán satisfechas de acuerdo a sus tiempos. Aunque la madre esté físicamente presente, si no está implicada en el cuidado, es como si se encontrara ausente, o peor aún, puede perjudicar el vínculo en profundidad. 

Una madre que no puede (uso esta palabra, porque es justamente así, es una madre que no puede, y no, que no quiere) estimular a su bebé, responder a sus necesidades, respetarle sus tiempos y deseos; no genera en ese niño, la posibilidad de potenciar su desarrollo, de ayudarle en su crecimiento y evolución. 

Por todos estos motivos, es fundamental un abordaje integral e interdisciplinario de la DPP. 

Nota: Cuando hago referencia a la “madre”, estoy hablando de “función materna”, es decir, de quien cumple la función de madre que puede coincidir con la madre biológica o no. Lo mismo cuando refiero a “padre”, hablo de “función paterna”. 

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