¿De qué hablamos, cuando hablamos de violencia obstétrica?
“La violencia obstétrica (VO) es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización, y patologización de los procesos naturales de conformidad con la Ley 25.929” (Ley 26.485 – Art. 6).
A mi entender, no debería denominarse violencia obstétrica, sino “violencia sanitaria” (VS), ya que ésta, como dice el párrafo anterior, es ejercida por el personal de salud, lo cual va más allá de la VO. Puede ejercerla un obstetra, una enfermera, un anestesista, pediatra, neonatólogo y toda aquella persona que tenga contacto directo con la mujer.
Es importante recordar que el parto es un proceso fisiológico, y como tal, la mujer está preparada para el mismo. El cuerpo de la mujer sabe cómo parir y el médico debe acompañar ese proceso con mucho cuidado, empatía, priorizando el bienestar de la madre y su bebé, aportando sus conocimientos fundamentales para que este proceso sea óptimo.
Existen muchos profesionales que así lo hacen, pero lamentablemente no todos, y las mujeres que son atendidas por estos últimos, sufren violencia sanitaria y la misma conlleva graves consecuencias.
Todos conocemos de qué se trata la violencia física, la misma, es la que se emplea sobre el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato agresión que afecte su integridad física (Ley 26.485).
¿Cuándo encontramos violencia física en el proceso de parto? Por ejemplo, cuando se realizan pruebas sobre nuestro cuerpo o de nuestros hijos sin nuestro consentimiento, prácticas invasivas sin aviso previo, cuando suministran medicación de forma injustificada por conveniencia médica para acelerar el proceso de parto y sin consentimiento de la mujer, entre otras.
Por otro lado, nos podemos encontrar también con violencia psicológica, la cual causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenazas, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito (Ley 26.485).
Hay violencia psicológica cuando se degrada a la mujer con sobrenombres despectivos o cuando reciben burlas, mala atención como castigo a su comportamiento, amenazas si no hacen caso al personal médico, cuando realizan pruebas o suministran medicación aunque la mujer se niegue a la misma. Cuando se produce un trato deshumanizado, humillante, donde no hay respeto por la mujer.
También existe la violencia simbólica, la cual, a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos, o signos, transmita o reproduzca dominación, desigualdad, y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad (Ley 26.485).
Encontramos violencia simbólica, cuando no se respetan las creencias religiosas de las madres, los rituales con lo que se sienten seguras, cuando el personal sanitario se considera superior a la mujer en proceso de parto o se subestiman sus necesidades, deseos y sabiduría por el hecho de ser mujer.
Para evitar ser víctimas de VO (sanitaria a mi entender) es muy importante conocer la existencia de la Ley de Parto Humanizado, la cual expresa que la mujer tiene derecho a ser informada, respetada, a recibir un trato individual y personalizado, que garantice la intimidad y considere sus pautas culturales, que se la considere una “persona sana y protagonista de su propio parto”, evitando prácticas invasivas y suministro de medicación que no estén justificados por el estado de salud de la mujer o de su bebé. La mujer tiene derecho a estar acompañada durante todo el proceso de trabajo de parto, parto y posparto, a tener contacto piel con piel con su bebé mientras no requiera intervención médica alguno de los dos, a recibir asesoramiento y cuidados.
Con el fin de erradicar la VS encuentro fundamental trabajar desde un doble abordaje, tanto sobre la mujer/madre que es víctima de ésta, como también con los profesionales de la salud, a fin de reeducar y establecer nuevas pautas y protocolos de trabajo para mejorar la calidad de atención. El concepto de violencia ha ido mutando a lo largo de la historia y nos encontramos con profesionales que continúan con prácticas y formas de atención rutinarias que hoy son vistas desde otra perspectiva y es necesario poder modificar las mismas para brindar un trato humanizado y una experiencia de parto como cada mujer y cada bebé se merece.
Por todo esto, el personal sanitario no sólo debe estar preparado para atender este proceso desde el punto de vista biológico (físico), sino que también debe estar preparado para empatizar con la mujer, escucharla, respetarla, saber cómo hablarle y estar dispuestos a dar las explicaciones necesarias de los procedimientos a seguir.
Para finalizar, hago hincapié en la importancia de un abordaje integral, a través de un trabajo interdisciplinario e institucional.