
La importancia del vínculo en la experiencia del recién nacido
Esteban Levin (2010) en su libro titulado “La experiencia de ser niño: plasticidad simbólica” explica que la plasticidad neuronal en el recién nacido se encuentra atravesada y anudada por la plasticidad simbólica, la cual es el efecto de las relaciones con el campo del otro; la apropiación subjetiva (propia) de la experiencia va a provocar cambios en las redes neuronales. La plasticidad simbólica son las causas y efectos de esa singular experiencia que va a dejar una marca significante.
El recién nacido, desde el punto de vista evolutivo tiene madurez para recibir estímulos pero es inmaduro para responder a ellos. Esto se debe a que las vías eferentes (neuronas efectoras que transportan los impulsos nerviosos fuera del sistema nervioso central hacia efectores como los músculos o las glándulas) aún no están mielinizadas, por lo tanto, el bebé se ubica en una relación de dependencia respecto al otro para subsistir.
La plasticidad remite a que las neuronas poseen la propiedad de transformarse como efecto del medio ambiente en el encuentro con el otro y a través de la experiencia, ya que el cerebro es dinámico.
Cuando esta primera relación falla o no se instala con la intensidad necesaria, la plasticidad simbólica no se produce, lo cual genera que la plasticidad neuronal pierda firmeza y tenacidad.
Como ejemplo de esto podemos considerar la lactancia. Si la succión del pecho materno no se transforma en un acto de amamantar, donde se intercambien miradas, gestos, palabras, la plasticidad neuronal se empobrece; pero si el acontecimiento de mamar deja una huella psíquica significante porque se establece un vínculo entre ambos, esto produce plasticidad simbólica lo que enriquece los circuitos sinápticos.